Sahagún, villa de acogida de peregrinos, donde
empieza un camino y por donde pasa otro. Donde me junto con mis amigos del Nunca correrás
solo, para correr su carrera más popular. Encuentro de cafés y corrillos de
charla, que hoy somos muchos; de prepararnos para correr. De situarme tras la línea de salida, con sus
palabras de ánimo. De escuchar la cuenta atrás, sabiendo que hoy no habrá
lucha, ni contra el crono ni contra uno mismo. De ese ¡ya! que nos pone cuesta
arriba, lo justo para empezar a salir de la villa, desde donde el cielo se ve
más gris, más frio. Donde empezamos a descender, rápidos, más rápido de lo que
debería, pero qué más da, hoy no hay planteamientos. Miro, mientras bajo, veo a
derecha e izquierda, el paisaje verde, abierto. Palabras de ánimo de los
peregrinos que ya, quizás, busquen el fin del día, ¡buen Camino!, como no.
Distrae mi distraído correr una caída, la de mi compañera Silvia. Rasguños en
manos y rodillas; que no la impiden continuar, aunque no como quisiera. Junto a
ella, llego a la ermita de la Virgen del Puente; la ermita de las afueras, la
que abre la puerta de Sahagún al peregrino. Junto a ella, cruzo el puente de
piedra que nos invita a volver. La senda que asciende, estrecha, con viento de
cara, como siempre, y con las finas gotas que ahora las grises nubes dejan
escapar. Abandono los pasos de mi amiga, mejor sola y a su ritmo. Poco a poco
entro en la villa mudéjar. Después de la tendida y constante subida, llega un
pequeño respiro, casi lo que duramos en llegar al arco de San Benito, y volver
a subir al paso de la plaza mayor, lo que rompe mi cómodo ritmo, que trato de
acomodar para evitar sufrimientos innecesarios. El viaje turístico sigue, sigue
la carrera, al pasar frente a la iglesia de San Lorenzo. Un poco más y
abandonamos el refugio de las casas, para correr el camino entre pequeños árboles,
que nos deja a orillas del río Cea, que bordeado, primero a contracorriente, y
después a favor, nos deja ya en los últimos metros, en el último esfuerzo, para
subir hasta Nuestra Señora de la Peregrina, que cómo no, está en lo alto, y
hasta allí, hasta lo alto han llevado mi meta. Bonita meta.
Ahora, una vez contada mi historia, os dejo con las fotos, quizás para vosotros más interesantes que mis divagaciones, pero una cosa lleva a la otra. Que las disfrutéis.
FOTOS: PINCHA AQUÍ.
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