Me acerco a la línea de salida, distraído, mientras
observo la fuente de los ocho caños, y pienso que hasta aquí he estado rodeado
de los míos, del Nunca correrás solo; en ese agradable desplazamiento, en ese
café que siempre deja risas, en esa foto de grupo, y en ese calentamiento
escaso. Tranquilo en la espera, tanto que me sorprende el arranque de la
carrera. Los primeros se alejan deprisa, mientras yo procuro que esas prisas no
me afecten. Hoy si se lo que quiero hacer. Disfruto de las calles de Benavides,
antes de que estas me dejen a merced de la carretera, y los corredores empiecen
a desparramarse por el asfalto. La tranquilidad hace que el primer
avituallamiento llegue sin apenas darme cuenta. La música hasta aquí ha sido
buena compañía, pero hoy no es día para compartir ni pasos ni canciones, así
que me voy con mi ritmo, esperando que el suyo llegue hasta Benavides. A partir
de aquí, kilómetros de soledad, de remar metro a metro sobre el asfalto, de
escuchar en el silencio; cruzo el puente que me mete en la interminable Santa
Marina del Rey, tierra de ajos, que deja extenuada mi mente, para volver a la
carretera, ya aburrida, franqueada por tierras donde el maíz, que emerge con
fuerza, pronto tapara el horizonte. La vista distraída, la mente llena de voces
de interior, de conversaciones intrascendentes, escuchando el sonido de las
campanas de Villamor, que tocan a misa, y el croar de las ranas, a la entrada
de Puente de Órbigo. Correr sin pensar. Llego al puente de piedra, al del Paso
Honroso, el que se abre a los caminantes que van a Santiago, y que hoy comparto
con esa hilera de peregrinos a los que dejo mi buen deseo: “Buen Camino”.
¿Cuántos sueños e ilusiones han cruzado por él?. Sigo divagando, me lo puedo
consentir. La carrera dirige mis pasos hacia caminos sombríos, donde los chopos
se abren para dejar paso. Ya me pesan los kilómetros, ansío la meta, deseo que
aún tendrá que esperar un poco. El río Órbigo, ahora contra corriente, va
buscando el mar, mientras yo empiezo a ver mi destino. Benavides ya a la vista.
Corro el último esfuerzo con el ánimo de mis compañeros, que ya me esperan al
cruzar la meta.
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