Eran tres vueltas. Tres vueltas por La Bañeza. Tres.
La primera, cuando todas las ganas de
correr me llevan a hacerlo deprisa, a mi deprisa, cuando el calor no es tanto
calor, cuando corremos agrupados, cuando la gente de la acera todavía de mira,
cuando los ánimos son más ánimos.
La segunda, es la que te gustaría que no
existiese, la que quieres que pase rápido. Es esa en la que siempre te doblan, corras
lento o corras rápido, da igual siempre te pillan. Es esa que más odias.
La tercera, estoy cansado, o empiezo a
estarlo. Bajo y subo, y vuelvo a bajar, las mismas cuestas del principio.
Vuelvo por las calles casi vacías, ajeno al caminar de las aceras. Estoy
cansado, o empiezo a estarlo, de correr, o quizás de contar, una, dos y tres,
subo la última cuesta, cruzo la primera meta.
Y con ellos. Con mis amigos del Nunca correrás solo, antes, y después, no fueron ni una, ni dos, ni tres, que fueron muchas las risas que nos echamos. Grandes compañeros.
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