Otra cita
Mañana
escribiré. El poema está hecho.
Se
perderán definitivamente
—quizá
ya se han perdido—
los
hábitos que anteceden al día del dictado:
el
capricho con que un tema nos busca,
el
hallazgo del metro necesario,
la
memorización de los versos finales.
Todo
se perderá definitivamente,
Porque
ha llegado la hora de escribir.
A
esas citas uno acaba acudiendo
tarde
o temprano.
Ejercicios
idénticos
nos
conceden la ilusión de avanzar:
la
sagrada violencia del fuego,
relegar
al olvido un rostro del amor,
una
breve y feliz convalecencia.
Mañana
escribiré. Y volverán los hábitos
que
acompañan al día del dictado:
el
capricho con que un tema se pierde, se transforma,
las
dudas sobre el metro necesario,
la
modificación de los versos finales.
Después
se hará el silencio una vez más,
como
si nunca hubiese dicho nada.
Y
sabré esperar de nuevo,
soportaré
la idea de que toda palabra
bien
pudiera ser la última.
Siento
nostalgia de momentos antiguos.
La
impotencia de escribir, en aquel tiempo,
era
capaz de herirme.
Hoy
ya sé que a las citas se acude
para
poder librarnos de las citas.
Ignoro
si soy dichoso o desdichado.
El
caso es que mañana escribiré.
de Carlos Marzal
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