miércoles, 6 de junio de 2012

XVII Travesía Integral Montes Aquilianos: Un reto de héroes

“Quedarse en lo conocido por miedo a lo desconocido equivale a mantenerse con vida pero no vivir”. Quizás, esta frase de sentido a que de nuevo vuelva a los Aquilianos en busca de satisfacción, superación, aventura, lucha, esfuerzo…
El mismo decorado que otros años, la misma plaza, la misma noche, otras caras, mismos héroes, pero hoy es especial, junto a mí, Ángeles y mi hija Sonia. 
Junto a ellas cruzo la línea de salida y recorro los primeros metros. La despedida no se hace esperar, los diferentes objetivos hacen que los ritmos también lo sean. Atrás quedan ellas, y Julio y Elena. Me dejo caer suavemente en la noche buscando el puente que cruza el río Boeza; acorto el paso en la subida de Otero, mientras los perros con sus ladridos espantan su miedo de las hordas de los corredores; el lento amanecer me asoma al collado Pajariel, y las tranquilas zancadas me van alejando de las sombras casi al mismo tiempo que salvo la bajada que me deja a los pies del río Oza; asciendo por su cauce con el murmullo de sus aguas encerradas entre sendas místicas de robles y castaños; en el deleite de la belleza del entorno me alcanzan mis compañeros del “Nunca” Miguel y Pablo, y Diego y Daniel, con los que llego al primer avituallamiento situado en Villanueva de Valdueza.
Después de una corta parada, el tiempo necesario para cargar nuestros depósitos, continúo, ya uniendo mis pasos a los de mis compañeros, en busca de la dura subida al Alto de Pandilla que nos abre a las hermosas vistas que este año se pierde mi amigo Ángel. Nuestros pasos atraviesan Valdefrancos y dejan atrás San Clemente de la Valdueza donde volvemos a ascender por una zigzagueante senda que nos acerca a Montes de la Valdueza, segundo avituallamiento y segundo respiro del día.
Los caminos de los corredores se separan, amistades que se citan en Ponferrada, suerte suerte y suerte, unos por el tramo corto y otros por el largo en busca del objetivo. Yo, junto a mi hermano, bordeamos el viejo monasterio de San Pedro y nos adentramos en un empinado camino que discurre por un bosque de retorcidos castaños, pinos y encinas; las vistas empiezan a cambiar; regulamos el esfuerzo para salvar el collado de la Malladina y respirar en la verde pradera que nos deja caer hasta Santiago de Peñalba, el refugio de San Genadio.
Breve descanso para recargar líquidos y fuerzas. Dejamos las calles llenas de historia de Santiago de Peñalba en busca de la dura ascensión a la “Silla de la Yegua” (2143 m). La empinadísima senda te vuelve a todas las realidades, los recuerdos de lo que queda por delante ayuda a tener paciencia, a no precipitar el lento y sufrido caminar. Los corredores salpican la ladera de color, confundiéndose con el color de sus brezo; pisoteamos las gotas de sudor que caen ante nosotros con el resuello ahogado; pienso en lo que me ha llevado allí, sin comprender, silencio; el silencio que invita a disfrutar de los pequeños detalles; la luz cambia a media que subimos, pequeñas nubes nos envuelven; llegamos a la “Silla de la Yegua” entre los recuerdos del ayer y con la niebla delimitando el paisaje.
El temor a quedarnos fríos hace que paremos muy poco. Estamos en el alto del cordal de los Aquilianos y ahora toca ese sube y baja, ese transitar entre flores y encantadoras vistas, hoy medio escondidas; “Pico las Berdianas” (2116 m); “Pico Tuerto” (2051 m); llegamos a la “La Guiana” (1849 m) con la sensación de haber pasado lo peor, algo cansados pero con la moral intacta; otro pequeño descanso que aprovecho para saber que Ángeles y su grupo va bien.
Vamos; un endiablado cortafuegos nos mete en un confortable pinar, trotamos cómodamente sus pistas y caminos; el paisaje cambia, sigue siendo bello pero ya no es lo mismo; unas finas gotas caen sobre nosotros, elevamos vista y plegarias al cielo, esto no es necesario, se contiene y llegamos a Ferradillo, la penúltima estación, donde la nota dejada por Julio en mi mochila: "Satur, vamos quitando pegatinas. Equipo B", arranca una sonrisa de la fátiga.
El cuerpo, que ya nota la fatiga, agradece el pequeño descanso. Salimos caminando esperando que los músculos vuelvan en sí; trotamos el camino llano, y trotamos la senda en bajada salpicada de rocas, hasta la llegada a Rimor, la última parada.
La belleza del paisaje es un grato recuerdo y empieza a ser vulgar; carretera y camino, y cerezos para cruzar Toral de Merayo sin llamar la atención, sin un triste aliento; trote cansino   y sendas nos llevan a orillas del Boeza, en las faldas del Pajariel, cerca ya de Ponferrada, de su castillo; última subida, último caminar para unas piernas ya cansadas; plaza de la Encina, último trote, último esfuerzo, entre miradas de peregrinos y paseantes; plaza del Ayuntamiento, últimos pasos, entre aplausos de bienvenida; meta, abrazo con mi hermano, abrazos con los que ya habían llegado, con los del “equipo B”, Ángeles, Sonia, Julio, Elena, Susana, y …, saludos con Balbino que ya descansaba de su esfuerzo, recuerdos de momentos con mi amigo Ángel, y tantas cosas de esta historia que fue inventada para tener un final feliz.

6 comentarios:

Juanqui dijo...

¡Grande Satur!

Mi tío me había propuesto esta aventura, pero de momento prefiero cosas más cortas. No obstante y juzgando tu crónica y fotos... ¡apetece!

Mi enhorabuena paisano.

Un abrazo

Juanqui dijo...

Por cierto, quería hacer la - IX Legua Nocturna de Popular de Santa María del Páramo pero creo que iré el mismo día a Morla de la Valdería a darle al Trail...

Tecolinha dijo...

Qué bien, Satur, enhorabuena. Me he trasladado a esos parajes, algunos de los cuales he pateado, pero sin correr. Se nota que te gustó la experiencia, me alegro. Un abrazo y saludos para Ángeles y Sonia.

SGF dijo...

ENHORABUENA!!

Jan dijo...

enhorabuena, satur, otro año vas cumpliendo retos, y esta vez, en familia.

besos a angeles y sonia

Celina dijo...

Preciosa crónica Satur, me ha encantado! muchas felicidades a tod@s