Esta vez no habrá final
feliz; ni tan siquiera habrá final. Andaba por la sexta semana, sin pena ni
gloria, porque desde hacía quince días no tenía buenas palpitaciones. Y es que
se veía venir, y si no se veía venir, yo al menos lo intuía. Pasaban los días,
los entrenamientos, y las noticias que constantemente surgían no presagiaban
nada bueno. Suspendido Roma, suspendido Barcelona, y como dice el dicho popular
“cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar”; y
suspendido Madrid. Se acabó.
Ahora toca re
planificar, y buscar nuevas citas y nuevos retos. Aunque antes, hay que matar a
este dichoso virus que ha trastocado nuestras vidas; ahora toca tener mucha paciencia.
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